Mayo, 2014. Compilación, Reflexión y Edición: Michel Aguilar y Staff Ministerio de Jóvenes Conectados
[dropcap style=’2′ color=’#22b3a0′]E[/dropcap]n días recientes una de las misioneras que apoyamos cambió su residencia a Rusia siguiendo el llamado que Dios le dio desde sus 15 años; un llamado a dar su vida al Señor en el campo misionero, específicamente en el área noreste de Rusia. Ahí es donde trabaja y refleja el amor de Cristo con huérfanos y niños de la calle. Este llamado se fue incubando y creciendo en su corazón desde hace muchísimo tiempo. Durante las pasadas semanas, tuvo la oportunidad de quedarse en una casa que brinda apoyo a madres y niños huérfanos, y estuvo en compañía de madres con sus bebés y sus niños, a fin de apoyarlas. Las madres son también huérfanas, o anteriormente fueron niñas de la calle, que han pasado situaciones muy difíciles hasta que llegaron allí buscando refugio. ¡Se pueden imaginar un huérfano tratando de educar a otro huérfano! Fue un tiempo de mucho aprendizaje para la misionera, ya que constantemente escuchaba los gritos y lloridos de los niños y de sus madres. En este tiempo se dio cuenta con asombro, en una ocasión en especial, como había inclusive una madre que dejaba a su bebé llorando con el pañal sucio, sólo buscando ella poder estar en un lugar tranquila, sin hacer mucho caso de atender a su bebé. Al ver eso, ella se acercó para atender al pequeño de tan sólo dos meses, Igor, quien lloraba profundamente desde lo profundo de su pequeño corazón, lo limpió, y lo tomó en sus brazos, mientras la mamá de este pequeño se acercó preguntándole si se encontraba bien, y que si el niño no la molestaba a ella. Al ver dicha escena, únicamente pudo llorar y pensar muchas cosas ante esta situación, tales como: ¿Qué pasaría si la mamá decidiera dejar este lugar y a este pequeño? ¿Qué si ese niño fuera mío? Mientras todos esos pensamientos pasaban por su cabeza, vio a cada uno de estos pequeños que tienen a sus mamás allí mismo y notó la importancia de que aunque se distancien de ellos emocionalmente, por las heridas que hay en sus corazones, ellas siguen siendo sus madres, y sus hijos prefieren estar a su lado en las peores circunstancias que sin ellas. Estas mamás encuentran allí una oportunidad de mejorar y de convertirse en buenas madres y en mejores personas. Existen muchas miles de madres como estás que van de un lugar a otro, pasan por instituciones mentales y orfanatorios, por qué desesperadamente necesitan mucha ayuda. Sabemos como cristianos, que es solo Jesús quien puede hacer un verdadero cambio en sus vidas, como lo ha hecho en las nuestras. Hemos sido llamados a compartir este amor que tanta falta les hace a quienes no lo conocen.
[highlight]1 Juan 3:1-3 (TLA) dice:
“¡Miren! Dios el Padre nos ama tanto que la gente nos llama hijos de Dios, y la verdad es que lo somos. Por eso los pecadores de este mundo no nos conocen, porque tampoco han conocido a Dios. Queridos hermanos, ¡nosotros ya somos hijos de Dios! Y aunque todavía no sabemos cómo seremos en el futuro, sí sabemos que, cuando Jesucristo aparezca otra vez, nos pareceremos a él, porque lo veremos como él es en realidad. Todo el que espera confiadamente que todo esto suceda, se esfuerza por ser bueno, como lo es Jesús.”[/highlight]
En muchas ocasiones desvalorizamos el amor que ya hemos recibido de parte del Señor y nos enfriamos, aún que en otro tiempo ya habíamos escuchado Su voz y estábamos más cercanos a Él. Despertemos y busquemos cada día ser el reflejo del carácter de Jesús en nuestras vidas para que El Espíritu Santo pueda obrar aún más en nosotros. Te invitamos joven a que puedas ser luz allí en el lugar donde El Señor te ha puesto, y también que puedas orar por esta misionera y por todos los demás misioneros que nuestra congregación tiene en sus oraciones que se encuentran en distintas partes del mundo, haciendo la labor de compartir la verdad con los necesitados.